Friday, June 18, 2010

Festival de Fin de Curso

Por el megáfono se oía:
"Vuestros hijos han recorrido un largo camino junto a nosotros, que hemos tenido la suerte de poder compartir con ellos muchos momentos que vosotros os habéis perdido. Ellos crecerán y olvidarán la guardería, pero nosotros no los olvidaremos. Además, este año cumplimos 5 años".
Con este melancólico mensaje comenzaba el festival de fin de curso, una de esas costumbres que uno no sabe si tienen sentido, pero están ahí.
Niños de 3 años de pie, junto a la pared, sin un escenario, siendo observados por al menos 50 personas que emiten un sonido ensordecedor, de pie, enarbolando sus cámaras de foto y de vídeo, reclamando a toda costa que sus hijos les miren y sonrían. De nada ha servido el aviso de la guardería: por favor, que los padres mantengan la calma.
Algunos niños ya están llorando, uno se ha meado, y la mayoría están pidiendo a gritos que sus padres los abracen.
Mientras tanto, algunos padres ya han retirado la atención de sus hijos y se deleitan observando quién es el niño más gracioso, el más triste, o el más ausente.
Una niña se tapa la cara con las manos, e intenta seguir los pasos del baile, sin saber muy bien por qué tiene que hacerlo. Otra niña chapotea en el charco de pis que ha dejado un niño llevado por la emoción.
El mensaje lacrimógeno de la dueña de la guardería parece haber llegado a los padres, pero no a las monitoras, cuya cara de cansancio refleja lo agotador que resulta tener que controlar a tantos niños durante tantas horas, las ganas de vacaciones y la espinita clavada de que al final les tocará trabajar también en Julio.
Las mamás han decidido, en un alarde originalidad y de empatía, que lo que le haría más ilusión a la monitora sería un álbum de fotos con sus hijos. Como si no hubieran tenido bastante con verles la cara durante tantas horas, de haber soportado sus lágrimas, sus gritos, sus rabietas, haberles tenido que enseñar a comer, a pintar y a tantas otras cosas supliendo lo que deberían haber hecho sus padres, pues bien, para que no olviden esas caritas alegres les regalan un compendio de todas ellas.
¿Qué podrá más, esa tendencia humana a olvidar lo malo y quedarse con lo bueno que sirve de mecanismo defensivo de la memoria, o por contra al final se impondrá el más absoluto de los olvidos? En este segundo caso, el álbum habrá resultado algo inútil. En cualquier caso, debemos asumir una cosa (que seguramente habremos observado si nos encontramos por casualidad con alguno de nuestros profesores de hace 20 años): siempre nos acordaremos de nuestros profesores, pero ellos cada año tendrán 20-30-40 caras nuevas, y al final su capacidad de retener una cara, un nombre, una anécdota, quedará reducida a lo extraño, a lo que se escape de su rutina.

Pero es igual, para nosotros nuestros hijos siempre serán los mejores, y da igual que les hagamos pasar un mal rato, lo que importa es poder sacar las fotos y vídeos para que el día de mañana se vean. Porque si es triste ver pasar el tiempo, más aún es la nostalgia de ver que se han hecho mayores y ya son autónomos. Cuando acaban la guardería, te acuerdas de lo difícil que resultó el primer día, tanto para ellos como para vosotros. Te acuerdas de todos los días que lo has llevado, de como te has puesto en la piel de tus hijos y has vivido las alegrías y las adversidades, y hasta te has hecho amigo de sus compañeros, a los que también vas a echar de menos porque lo más seguro es que salvo excepciones solamente verás a alguno de ellos cuando te lo encuentres por la calle. Y parece que se te haya olvidado aquel día que volvió con un ojo hinchado, o que el padre de otro niño aparcó de tal manera que no podías mover tu coche, o de las horas en vela que pasaste para que tuviera plaza...
Todo pasa.